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Mostrando entradas de julio, 2015

El albedrío falso entre las especies - Cristian Cano y Raquel Sequeiro

El comedor fue un charco putrefacto en donde aquél reptiloide revolcaba enamorado de alguna repugnancia que desconozco. Se me acercaba extasiado, porque revelaba esa naturaleza grotesca que siempre se esconde: desde debajo, un globo brilloso salió despedido y cayó más allá. Me ardían las piernas, porque las tenía devoradas, pero igual me arrastré hasta la pared. El reptil me sujetó desde el fémur blanco y tironeó personificando la monstruosidad dominante. Dentellaba en el aire comiendo víctimas imaginarias, hasta que le hundí el hacha en la cabeza. Después, la pupila achicó. Después, se desinfló como un globo. Y no puedo olvidar el burbujeo de la nariz sumergida. Miré mis piernas: estaban en un rincón ateridas de frío, a medio mordisquear; terminé de amputarme el brazo justo por debajo del codo de un tirón, y todo lo que quedaba, pensé, era casi un amasijo de huesos. Únicamente mi tronco estaba incorrupto y mi cara a salvo; el bicho me había dejado una profunda desgarradura en el pech

El albedrío falso entre las especies

El comedor fue un charco putrefacto en donde aquél reptiloide revolcaba enamorado de alguna repugnancia que desconozco. Se me acercaba extasiado, porque revelaba esa naturaleza grotesca que siempre se esconde: desde debajo, un globo brilloso salió despedido y cayó más allá. Me ardían las piernas, porque las tenía devoradas, pero igual me arrastré hasta la pared. El reptil me sujetó desde el fémur blanco y tironeó personificando la monstruosidad dominante. Dentellaba en el aire comiendo víctimas imaginarias, hasta que le hundí el hacha en la cabeza. Después, la pupila achicó. Después, se desinfló como un globo. Y no puedo olvidar el burbujeo de la nariz sumergida. 

El espacio - Héctor Ranea y Cristian Cano

—Quisiera haber sido el astronauta que salvó a Laika de la muerte. El cura que bendijo a los monos que mandaron al espacio sin retorno, pero que volverían si yo los bendecía. Hubiera querido ser el que salvaba a mi vecina de los ladrones de banco que la tomaron de rehén y mandarlos al espacio con Laika. —¿Pero no la habías salvado? —El espacio multiplica las perras como Laika. Hay multitud. —¿Y qué más? Porque, según me habías dicho, esa dichosa vecinita tuya empezó a emboscar a los perros del barrio. —Le afectó lo del banco. Pero tengo planes para ella, esta vez no se me escapa. —¿Y cuáles son si se puede saber? —Voy a tratar de mandarla al espacio o, en contrapunto, lograr que no se junte con los chinos de la esquina. —Sos el indicado.